La lluvia arrastra la sangre borrando el recuerdo.
Su cuerpo inmóvil, tendido sobre mi regazo, intenta aferrarse a la
vida.
Unas palabras brotan de sus labios, tan suaves y susurantes que no
puedo entenderlas. Aún así suenan tan fuertes, tan resignadas, tan
llenas de vida y a la vez tan faltas de ella, que me desgarra por
dentro.
-No
vas a morir- digo apartando el pelo mojado de su cara con las manos
temblado de impotencia, quiero ver sus ojos verdes aunque sea por
última vez.- No aquí, ni ahora. No de esta forma.- Estoy mintiendo y él
lo sabe.
Me agacho y deposito un leve beso en sus labios, como si así pudiese darle una parte de mi vida.
Están fríos.
He
intentado mantenerme fuerte por él, pero las lágrimas que he estado
reteniendo manan de mis ojos empañándolo todo.
Lo abrazo depesperádamente, no quiero que nada nos separe, que nada ni
nadie nos separe. Cierro los ojos, rendiéndome. Ya es tarde. No noto el
latido de su corazón.
Todo ha terminado.