domingo, 15 de julio de 2012

Las pelirrojas los prefieren heavies.


Me gusta fumar despacio.
Salir al balcón y disfrutar de la idea irónica de respirar aire puro al tragar humo.
Arañar en vez de golpear, para quitar la ceniza, arrancando el papel que recubre el filtro.
La ceniza siempre está fría.
Me gusta mojarme los labios en alguna calada para sentir el sabor quemado en mi lengua.
Al prender el cigarrillo me gusta pararme a ver como el humo sale de él unos instantes.
Cantar cuando el aire contaminado sale de mis pulmones, despacio, susurrando a la calle desierta.
Notar el glacial de la noche y calar en mi pecho las rodillas.
Pensar que el mundo ha muerto, o que al menos se para cada vez que cojo aire.
Fumo de lado, del lado derecho, separando los dedos.
Adoro que la última calada sea la más larga.