Ayer su mirada parecía reflejar la mía, matices personales
de una misma forma.
Le sueño cada día. Le espero.
A veces sus manos me acariciaban, otras simplemente se
aferraban a las mías.
Le cantaba al oído frases sin sentido.
No tenemos una canción, tenemos un color.
Hoy levanto la cabeza hacia el chorro de agua de la ducha y
pienso en lo que no tengo pero tampoco he perdido.
Él sobre el escenario con la cabeza inclinada, se gira y sonríe
hacía alguien.
Su brazo sobre mis hombros. Latir a ritmo de bajo.
Cerca, temblando, mil pensamientos a los que no presto
atención, nervios que no entiendo, muy cerca. Desde entonces sé lo que es latir
a ritmo de bajo.
Al ritmo de sus manos.
El mismo ritmo en que las mías escriben.
En que mi voz canta o recita.
A lo lejos piensa en mí.
A lo lejos también, me amaba con otro tipo de distancia de
la que ahora lo hace.
Detalles esta historia está plagada de detalles.
Los detalles mueven el mundo.
ResponderEliminarPero los tuyos, además, lo hacen con matices de color.
Me encanta[s]