jueves, 1 de marzo de 2012

Cementerio.


La niebla acaricia mis níveos tobillos con demasiada delicadeza mientras intento cruzar esas oxidadas verjas metálicas a las que tantas veces me he acercado pero en ningún momento he traspasado. Sus muros me miran burlones desde lo alto, haciéndome saber que nunca podré perpetrarlos, que por mucho que sus puertas estén abiertas siempre será terreno prohibido para mi. ¿Y cuál es ese lugar? Es el lugar donde los huesos de mi padres descansan, donde su consumida carne se ve devorada por ingentes cantidades de gusanos.