sábado, 25 de mayo de 2013

Proyecto para parte "x"

Sus manos se aferran al otro.
Sus bocas se ajustan forzadas.
Ella le intenta desabrochar la camisa con torpeza.
Él roza sus labios, despacio, bajando hasta llegar al espacio de la clavícula.
La respiración de ella se acelera, sus párpados se desmoronan y sus brazos caen a ambos lados de sus caderas sin terminar la labor.
La empuja sutilmente contra aquel sofá descrito entre quemaduras de tabaco y cojines deshilados.
Muerde su labio y ella desperdiga los botones que cubrían su camisa por un suelo ya saturado de polvo, manchas de café y letras a medio escribir.
Él, casi abrazándola, baja la cremallera del vestido.
La desnuda poco a poco, disfrutando del contraste del amarillo veraniego con una piel tan pálida, de como ella va arqueando la espalda... Disfrutando del provecho que obtendrá después de esa noche.
Ella emite un sonido entre suspiro y risa nerviosa. Él sonríe en su convincente interpretación.
La ropa yace en el suelo aún con vestigios de sus propios olores mientras caricias furtivas, más lentas de lo que ella quiere, se van abriendo paso entre ellos.
Ella clava sus ojos en él.
Su mirada abierta, ansiosa... Vulnerable, parece gritar.
Se queda quieto unos segundos recodando aquella frase de La Sombra del Viento; "hazme lo que quieras."
Ella es esas palabras, sus ojos, su piel suplicante y esos labios que dolía besar.

martes, 21 de mayo de 2013

Parte 1

Las palabras salían de su garganta consiguiendo atar todas las miradas.
El discurso que le habían preparado estaba impoluto y él le daba el toque final con su interpretación. Estaban allí para escucharle. Sabía que sus palabras eran ignoradas por la mayoría pero la fuerza de su entonación quedaba grabada en todos.
Nunca le traicionaban los nervios, el público era escaso y todos se centraban en él. Si su actuación les convencía a ellos, hacía lo propio con él. Y claro que les convencía. "Un final de obra demasiado bueno para una cafetería tan mediocre", pensó.
Esperó el aplauso que llegaba apresurado para inclinarse ante los espectadores, inundándose con la adrenalina que comenzaba a recorrer su torrente sanguíneo dejando un rastro de orgullo y un miedo irracional, mientras sus compañeros subían a saludar y atesorar para sí esos escasos momentos de emoción.
El aplauso duró poco pues alguien conectó la música habitual y reanudaron sus conversaciones comentando el espectáculo del que, al poco tiempo, olvidarían el argumento.
Daryl bajó del escenario y se acercó al camarero con una sonrisa forzada a recoger sus ganancias:
Una copa con la mitad de licor del que debería y un "de puta madre, tío" de un cuarentón que aún trabajaba tras la barra robando tragos para alimentar su alcoholismo.
No les soportaba. Era bueno, no genial, pero lo suficiente para merecerse algo más.
Se tomó la mitad de la copa intentando tocar lo menos posible la barra.
Alguien suspiró a su derecha.
No fue un suspiro alto ni extraño, pero le pareció reconocerlo.
Un vistazo general sobre las mesas cojas de sillas multiétnicas y a la barra en la que una rubia maquillada como una adolescente y con unas patas de gallo bien surcadas por los años parecía llevar pegada una semana, consiguió que se olvidase de lo que buscaba.-Acércame tu vaso. -Alzó la vista y vio a la otra camarera, tenía una botella en la mano y los ojos marrón claro- Vi lo que te puso, aunque sea gratis es pura mierda.
Daryl empujó la copa ahogada a su dirección, ella lo rellenó sin poner mas hielo ni vaciar el vaso.